Biografía de Ana Goné
Nací viendo anteojos
Mi nombre es Ana Goné. Nací en México y crecí en Puerto Limón, Costa Rica. Me gusta decir que soy mexicana, limonense y tica. Y desde muy pequeña, mi vida ha estado rodeada de ópticas, lentes y aros.
Mi apellido Goné viene del lado materno, de una familia de origen francés que llegó a Veracruz a finales del siglo XIX. Y el amor por los anteojos viene del lado paterno: mi papá es optometrista, inspirado por su hermano, también optometrista. Mis primas, mi hermano, mi esposo… todos en esta familia vemos el mundo a través de lentes. Literalmente.
Una infancia entre tornillos, lentes y espejos
Crecí entre máquinas que cortaban vidrio, cajitas de madera con aros listos para ser montados, y vitrinas llenas de estilos que hablaban de las épocas. Hacía siestas de bebé en la óptica. De niña jugaba a atender pacientes. Y a los once años, en mis primeras vacaciones de trabajo real, me asignaron una tarea sencilla: llevar y traer las cajitas con los aros del taller al mostrador. Pero para mí fue mágico.
Veía esos aros y me imaginaba la vida de la persona que los había elegido.
Optometría con visión estética
Estudié Optometría y ejercí durante muchos años en la parte clínica, pero siempre tuve claro que lo que más me apasiona es la forma en que los anteojos transforman un rostro… y una actitud. No solo ayudan a ver mejor: son el accesorio que más recordamos en otra persona.
Desde entonces, mi enfoque ha sido entender a la persona, su oficio, su historia, su estilo de vida, y ofrecerle el aro que más la representa.
El nacimiento de una marca
En 2017 nació el proyecto Ana Goné, con una propuesta creativa que permitía personalizar detalles como colores, varillas o tamaños. Y en 2019 abrimos nuestra primera tienda. Hoy, las colecciones son una curaduría personal: yo no diseño los aros desde cero, pero sí los selecciono uno por uno, guiada por años de experiencia, por mi ojo clínico y por una profunda sensibilidad estética.
Mi propósito
Quiero que los anteojos sean un lujo accesible. Que no se vean como una obligación médica, sino como una oportunidad para expresar quién sos. Que se integren a tu vida como un accesorio poderoso, como tu bolso, tus zapatos o tu maquillaje.
Que te encanten tanto que no quieras solo uno.
